4 mar 2016

Despedida por correspondencia:

Y me senté en la silla de siempre, para comer en nuestra mesa, como un día cualquiera. Pero tú no estabas, hacía tiempo que habías dejado de hacerlo. Y ahora ya no puedo ver cómo te enredas el pelo en tu dedo mientras trabajas, o como me sonríes al darte cuenta de que te he estado mirando. Ya no me sorprenderás con el desayuno o me llevarás a cenar cuando tenga un mal día.
Ya no estás y ahora solo me acompaña aquella carta que me escribiste, aquella carta que me destrozó por la verdad que escondía. Aquella que me relataba lo que me negué a ver hasta que fue demasiado tarde.

“Querido Patrick:

No puedo más, he intentado mejorar nuestra situación pero algunas cosas no tienen solución. Fuimos unos amantes de lo iluso al pensar que podría funcionar. No sabemos querernos bien…
Ambos tuvimos fallos no voy a culparte sólo a ti, pero me he dado cuenta de que ya no existe un nosotros. Lo que fuimos se perdió en aquella tarde en la que me aleje de ti esperando que me detuvieras y no lo hiciste. O en aquella llamada que necesitabas y que yo no hice por orgullo. Nos perdimos en todas esas discusiones sin finalizar antes de irnos a la cama. En la falta de confianza en nosotros. Nos perdimos al ser cobardes y asentarnos en la rutina…
No puedo seguir luchando, estar juntos debería ser fácil, un refugio... Pero hace tiempo que no somos nada de eso, ahogamos nuestra relación en un mar de discusiones, para matarla con la fría indiferencia que la siguió después.
Así que me voy, no me busques y hagas las cosas más difíciles. Trata de ser feliz.
Te quiere,
Katherine”


Te fuiste con una carta y ahora sentado en nuestra antigua mesa, repaso tus palabras. Aquellas en las que me dices que nos perdimos, ojalá me hubiese dado cuenta de las señales antes de que desaparecieses, definitivamente, cerrándonos la puerta.

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