—¡Joder! Como pesa la hija de puta. Vamos deprisa,
recuéstala ahí.
Sin ningún cuidado colocaron el cuerpo sobre la
camilla improvisada. Las luces blancas destacaban sobre el almacén otorgándole
un ambiente tétrico. Sin embargo, nada de esto pareció importarles, como
alguien acostumbrado a realizar la misma acción repetidas veces, Jake conectó
una vía en el brazo derecho de la muchacha y encendieron el monitor.
—Rápido, ponle la anestesia, pero no te pases con la
dosis que nos conocemos.
Christian obedeció las órdenes de su hermano y
procedió a colocar la máscara en el rostro de la chica. Parecía tan pacífica,
nadie sería capaz de imaginar lo mucho que había luchado hacía unas horas. Su
rostro, con forma de corazón le cautivó, aunque todas las emociones que podían
estar comenzando a nacer terminaron en el mismo instante en el que Jake siguió
con sus órdenes.
—Su pulso está estable, rásgale la camisa mientras yo
cojo el bisturí.
A veces le molestaba su tono pero nunca se atrevía a
rebatirlo, lo había salvado cuando eran niños y sentía que le debía la vida. A
pesar de que sus decisiones no fuesen las mejores, nunca lo juzgaba y siempre
lo defendía. Como un robot procedió a romper la camisa de la chica. Un silbido
a su derecha le hizo volver la cara causando un pequeño corte en su piel.
—Está muy buena, quizá deberíamos habérnosla follado
antes de drogarla. Una verdadera lástima que no me guste mezclar los negocios
con el placer.
—Jake —respondió con una mueca de disgusto— ¿no crees
que al menos deberías guardar un poco de respeto?
—¿Respeto? ¿Qué eres? ¿Un marica? Mírala —le dijo
mientras le obligaba a volver el rostro hacia la camilla— dime que no es un
bombón.
Los remordimientos controlaron el rostro del joven,
así que decidió comenzar a trabajar. Era la única forma en la que dejaría de
pensar.
—Ya está bien ¿vamos a hacerlo o esperar hasta que se
le pase la anestesia? —respondió enfadado mientras le pasaba un par de guantes
a su hermano y posteriormente se ponía los suyos.
—Ese es mi chico, todo negocios. Por eso te escogí.
Tomando el bisturí de la mano de su compañero, Jake
comenzó a hacer una incisión en el costado de la joven. La sangre comenzó a
manar, pero no le perturbó Cargaba demasiadas operaciones a sus
espaldas para importarle. Clínicamente colocó unas pinzas para mantener la
herida abierta.
—Sujeta aquí —le indicó a Christian para tomar
después el control de la situación.
Primero introdujo una mano y después la otra.
—No sueltes las pinzas y no dejes que se cierre, no
puedo cortar si no veo nada. Y por el amor de Dios coloca las luces o todo el
trabajo no habrá servido para nada.
Christian controló su carácter y obedeció sin
rechistar, sabía que no debía molestar a Jake cuando se encontraba en medio de
una operación. Después de todo, su éxito dependía de su buena mano.
—¿Justo así?
—Sí, perfecto. Dame un minuto —medio murmuró mientras
fijaba su atención en el cuerpo de la joven—. Un corte más aquí y… listo.
En esos instantes levantó sus manos y sostuvo el
hígado de la chica, el cual colocó cuidadosamente en el envase que tenía a su
derecha. La temperatura de 8Cº conservaría el órgano al menos durante unas setenta y dos horas. A continuación repitió el procedimiento extrayendo ambos riñones. Una
vez finalizado el proceso tiró sus guantes a la basura situada a sus pies y
dio la espalda al cuerpo de la joven.
—No tenemos más de veinticuatro horas antes de que los riñones
sean inútiles. Debemos darnos prisa.
—Tranquilo, Jake, ya tengo un comprador preparado.
Sólo queda deshacernos de la chica.
Mientras hablaba apagó el monitor que mostraba los
latidos de la muchacha y encendió la televisión. Una noticia acabó con el
silencio que reinaba en aquel tugurio. Los informativos avisaban sobre la
desaparición de una joven de ventiséis años. Su rostro, mostrado a través de una
fotografía, era similar al de un corazón.
—Lástima, tanto esfuerzo y jamás la encontrarán —comentó
Jake para sí mirando la pequeña pantalla.
—Te recuerdo que fue idea tuya conseguir cuerpos
sanos y jóvenes, dijiste que el mercado negro pagaría mejor por órganos sanos.
Si por mí fuese habríamos matado a putas y drogadictos. A esos nadie los echa
de menos.
El joven miró al cadáver de la chica y se encogió de
hombros con una expresión carente de emoción.
—Ya sabes lo que se dice: mal momento, lugar equivocado y todo ese bla bla bla… No es nada
personal, pero la escuela de medicina es cara y algo tiene que pagarla. Ella
sólo fue un daño colateral —cogiendo una cerveza de la nevera se acercó a su compañero—. Por cierto hermanito, yo la operé, la
desaparición del cuerpo y la entrega corren de tu cuenta. Disfruta de la noche.
Dicho esto, salió del garaje y se dirigió a un pub
cercano. Era el momento de encontrar a su próxima víctima.
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