12 jun 2016

Aunque no despiertes

—¿Por qué tienes que ser tan torpe? Sabes que no quiero hacerlo, pero te mereces un castigo.
Su madre le había acostado a las ocho. Sin embargo los gritos de él le habían despertado, era un hecho que ocurría a menudo. Aunque esta era la primera vez que podía escuchar cristal romperse. Preocupada se levantó y sujetando un pequeño pisa papeles bajó las escaleras. Jamás podría olvidar lo que vio. No quería hacer ruido, pero un alarido escapó de su garganta….

—¡Mamá!

Olivia Fletcher se levantó sobresaltada, hacía tiempo que los recuerdos habían dejado de perseguirla en sus pesadillas. Olvidarse de las pastillas para dormir había sido un error que no podía volver a cometer.
A las diez de la mañana Olivia se sentó en su escritorio y comenzó a archivar los diferentes casos del oficial O‘Connor. Mientras trabajaba una mujer entró en la comisaria, llevaba unas enormes gafas de sol y sostenía a una niña pequeña en su costado. Parecía alterada cuando se acercó a hablar con su compañero Dennis:
—Por favor, señor, tiene que ayudarme.
Dennis levantó la mirada de sus archivos y esperó. Al notar que ella no iba a seguir hablando preguntó:
—¿En qué puedo ayudarle?
—Hace un mes solicité una orden de alejamiento, pero mi marido nos ha encontrado y ha intentado llevarse a Jenny. Me dijeron que estaría a salvo, quise creerles a pesar de mis dudas, pero su hoja de papel no ha servido de nada —le dedicó una mirada desesperada mientras se quitaba las gafas dejando al descubierto un moratón sobre su ojo—. Va a matarme y ustedes solamente me dan un papel. ¿Cómo puede protegerme eso?, ¿pretende que se lo arroje a la cara cuando su puño se acerque? —notando que había elevado su tono, se calmó antes de continuar—. Por favor, no tengo a dónde ir, ayúdeme.
—No podemos hacer nada por usted, la próxima vez que vea a su marido, llame a una patrulla.
—Gracias por nada. Recuerde mi rostro, la próxima vez que lo vea, estaré muerta.
Tras la conversación, la mujer volvió a colocarse sus gafas y abrazando a su hija abandonó la comisaria.  Olivia la observó marcharse y después se acercó a su compañero.
—Deberías haber sido más sensible.
—¿Qué querías que hiciera? Conoces el protocolo tan bien como yo. Además, no eres más que una secretaria, ¿cómo te atreves a reprocharme?
Ella ocultó su odio lo mejor que pudo, tomando una respiración profunda, se calmó y con una sonrisa falsa cabeceó:
—Está bien. Pues déjame hacer mi trabajo y entrégame el historial con los datos de la orden de alejamiento para que pueda rellenar una ficha dejando constancia de la visita de la mujer.
Sin ni siquiera dedicarle una mirada, le pasó el archivo y se giró hacia la pantalla de su ordenador. Olivia regresó a su escritorio y comenzó a observar la denuncia. Cuando encontró lo que buscaba la cerró y la dejó sobre la mesa. La tarde pasó rápidamente y sin incidentes, estaba a punto de regresar a casa cuando el oficial O’Connor decidió llamarla a su despacho.
—Señorita Fletcher, la oficina central nos ha enviado una serie de casos que pueden guardar relación para que los investiguemos. ¿Sería tan amable de traérmelos inmediatamente cuando los reciba?
—Por supuesto, señor.
No habían pasado ni treinta minutos cuando un mensajero llegó. Olivia firmó la orden y se acercó a la puerta de su jefe. Iba a llamar cuando escuchó las voces de sus compañeros.
—El FBI me ha telefoneado. Creen que un asesino en serie se encuentra entre nosotros. Al principio nadie había notado nada, pero un joven policía se dio cuenta de que recientemente habían aparecido gran cantidad de hombres muertos. Analizando sus casos, han descubierto una similitud entre todos ellos. Sin embargo, no queremos que cunda el pánico, por lo que debemos ser discretos.
—¿Un asesino en serie? ¿Aquí?
Si Olivia se alteró con sus palabras no lo demostró. Debería haber entrado, pero algo la detuvo.
—Sí, además creen que podría tratarse de una mujer.
Dennis comenzó a reír a carcajadas.
—Por favor, Jack… ¿Has visto a estos tipos? Ninguna mujer podría hacer algo así.
El oficial O’Connor negó con la cabeza, sabía que Dennis era algo machista, pero había esperado que madurase con el tiempo. Estaba equivocado.
—El mayor error de un policía es subestimar a los posibles culpables. En muchas ocasiones el ingenio prima sobre la fuerza.
Su compañero estaba a punto de responder cuando Olivia entró.
—Lo siento, señor, acaban de llegar los documentos que me pidió —dejando la caja en la mesa se giró hacia los dos hombres—. Si no quiere nada más, me iré a casa.
—Sí, váyase. Nosotros también hemos terminado. Que pase una buena noche.
Tras un gesto de despedida, Olivia salió de la habitación.

Eran las once de la noche cuando una mujer entró en la Taberna de Lyon. Vestía una falda vaquera con una blusa de flores. Su pelo, sujeto en una coleta, dejaba al descubierto una bonita cara con forma de corazón cubierta por unas gafas. No era muy grande y destacaba en aquel lugar repleto de borrachos. Jim no entendía que hacía allí, pero su noche acababa de mejorar. La estúpida de su mujer había huido de nuevo, era el momento de encontrar una sustituta.
—Buenas noches, ¿qué hace una chica como tú en un lugar como este?
Ella levantó su rostro e ignorando su estúpida frase para ligar, lo miró con ojos inocentes.
—Soy nueva en la ciudad y volvía de visitar la escuela en la que voy a trabajar. Quería regresar a casa pero parece que me subí al autobús equivocado —Con una expresión triste se encogió—. Pensé en esperar a un taxi desde aquí.
Jim rio con disimulo, no podía haber encontrado a una chica mejor ni aunque la hubiese buscado. Ahora sólo tenía que conseguir engatusarla.
—Puedes usar mi teléfono, no me importa —dijo al mismo tiempo que sacaba el objeto de sus pantalones y se lo pasaba—. También puedes tomarte una copa de bienvenida conmigo y después te acerco a casa.
—Mi madre me enseñó a no hablar con desconocidos.
—Habrá que solucionar ese problema —Cogiendo su mano galantemente se la besó antes de continuar—. Soy Jim Phillips, ¿su nombre señorita?
—Kate Prescott —respondió ella ruborizándose.
Pasaron los días y Jim Phillips se convirtió en una constante en la vida de Kate, le llevaba flores, le invitaba a cenar… parecía el perfecto príncipe azul. Tras unas pocas semanas de relación le pidió que se mudase con él, cosa que Kate aceptó emocionada. Era un lunes por la noche cuando Jim volvió de trabajar, Kate no había preparado la cena y se encontraba tumbada en el sofá viendo una película. ¿Cómo podía ser tan desagradecida? Enfadado se acercó y la zarandeó cogiéndola del brazo.
—¿Qué es lo que crees que haces?
—Maldita zorra, me mato el día a trabajar y ¿ni quiera puedes tener la cena preparada cuando llego a casa?
—Sólo te pido que me respetes. Estoy cansado y es tu deber cuidar de mÍ cuando regreso.
—¿Por qué tienes que ser tan despistada? Sabes que no quiero hacerlo, pero te mereces un castigo.
—Sabes que te quiero, pero necesitas aprender la lección.
Apenas tuvo tiempo de esquivar su golpe, los recuerdos habían estado punto de aturdirla, lo que habría sido un error fatal. El primer consejo de su entrenador de defensa personal siempre fue que evitase los golpes, que se mantuviese firme hasta que pudiese atacar. Eso es lo que iba a hacer. Esperar hasta el momento perfecto.
—¿Qué haces cariño? ¿Vas a pegarme? No deberías enfadarme, sabes que sólo necesito un golpe.
—¿Estás seguro de eso? ¿Lo piensas porque soy una mujer inocente, verdad? Lástima que cometieras un error conmigo, yo no soy como tu mujer.
—¿Qué sabes de Sarah?
—Lo sé todo, te equivocaste al subestimarme y lo hiciste aún más al decidir poner la mano sobre cualquier mujer —la decepción nublo sus ojos mientras hablaba—. Deseé equivocarme y que fueras diferente, pero no eres más que otro monstruo. Se acabó, Jim.
Jim comenzó a reír, en serio esa mujer de metro sesenta creía que le tenía miedo. Él le enseñaría algo de respeto. No quería herirla, sin embargo, debía aprender la lección. Kate observó todo tipo de emociones en el rostro de él: que pasó desde la ira hasta la determinación. No era la primera vez que veía algo así, por lo que estaba preparada cuando se acercó a ella. Iba a golpearla cuando se apartó consiguiendo que él chocase contra la mesa. Un hilo de sangre comenzó a correr por su mejilla. Ella aprovechó ese momento para golpearle en el cuello. A continuación, con un movimiento perfectamente calculado le rompió la nariz. Estaba cansada así que acercándose a la encimera cogió una de las botellas de cerveza y se la rompió en la cabeza. Jim cayó como un peso muerto. Por un instante Kate sintió remordimientos, pero rápidamente desaparecieron. Hombres como él eran los culpables de que su madre estuviese muerta. Comprobó que no tuviera pulso y volvió al salón, allí sacó un pintalabios de su bolso y escribió en su pecho: “No quería hacerlo, pero merecía una lección”. 
Aquella misma noche Kate eliminó cualquier rastro de la casa del hombre y desapareció. A la mañana siguiente Jack recibió una llamada en la que le informaron de un nuevo asesinato. Estaba a punto de llamar a su secretaria cuando se percató de que su silla estaba vacía.
—Dennis, ¿sabes algo de Olivia?
—No, lleva un par de días sin aparecer. Ya te dije cuando la contrataste que no me gustaba. Después de todo, ¿qué es lo que sabemos de ella?
Esa pregunta hizo que algo en la cabeza del oficial conectase. Una mujer misteriosa, infiltrada en una comisaria al mismo tiempo que una asesina en serie aparecía por la zona.
—Dennis, busca cualquier dato existente sobre Olivia.
El joven comenzó su tarea sin rechistar, a las dos horas se presentó en la oficina de su compañero.
Olivia Scott era una mujer del estado de New Hampshire. Murió hace un año.
—Entonces, ¿quién era nuestra secretaria?
Jamás sabrían la respuesta a esa pregunta.
Olivia, Kate, Blair, Marina, Emily, Prue, Shonda, Lily, Penélope… Brooke había poseído tantas identidades que a veces olvidaba quién era. Sólo allí, en aquel pequeño cementerio se sentía como en casa. Como en otras ocasiones siguió el camino de piedra hasta la lápida situada a la derecha del ciprés. Sacando algo de su bolso, se sentó junto a ella.
—Hola, mamá, he vuelto a hacerlo. Un monstruo menos habita en la tierra. Ojalá pudieses estar aquí conmigo, a veces me siento demasiado sola. Temo que un día me pierda dentro de mis propias mentiras —Una lágrima se deslizó por su mejilla mientras cavaba un pequeño agujero junto a la tumba—. Estoy tan cansada, por muchas mujeres que vengue, jamás podré salvarte.  Al final del día, sigo siendo esa niña que no puede rescatar a su madre. Lo siento mucho —la voz se le rompió mientras apoyaba la frente contra la piedra—.  Fue mi culpa que te quedaras junto a él, espero que me perdones ya que yo no puedo hacerlo.

Mientras hablaba consiguió hacer un hueco lo suficientemente grande como para extraer una caja. Al abrirla, diferentes carnets de identidad fueron apareciendo. Como si de una ofrenda se tratase, introdujo el de Jim Phillips, añadiendo un alma más a la lista. Cada vez que encontraba un hombre con su perfil, se acercaba a él con la esperanza de que hubiese cambiado o que la información que había conseguido fuese falsa. Nunca eran inocentes. Ojalá se pudra en el infierno, pensó al bajar la tapa de la caja. Después volvió a enterrarla y pasó los dedos por el nombre de su madre: Sofía Davis. Había sido una gran mujer a la que arrebataron del mundo demasiado pronto. Era tarde para cambiar el pasado, pero sí de ella dependía, evitaría que más injusticias se cometiesen en el futuro.

5 jun 2016

Fantasías

Tu aliento sobre el mío, dándome vida.
Tus manos sobre mi cuerpo, recorriéndome, tocándome como si fuese tu guitarra favorita.
Tu mirada analizándome, despertando el calor desde dentro hacia afuera.
Tú, acariciándome y borrando todos mis fantasmas.
Nuestros gemidos creando la banda sonora con la que no podrá competir ninguna película.
Calor, sudor, nosotros, besos torpes, sin control. Dos corazones sincronizados, incendiados por la pasión. Segundos, minutos y horas en las que el mundo no importa, en la que somos nuestra propia casa.
Puede que sólo nos quede una noche, esta noche, así que arde conmigo. Creemos llamas de esas que no queman. Rózame, perdamos la cabeza, juguemos como si fuese a acabarse. Después de todo, el despertador va a sonar en cinco minutos haciendo que tú, mi fantasía, desaparezcas. 

4 jun 2016

No culpes al artista

Caminó hacia atrás para observarlos. Perfectamente colocados de derecha a izquierda, uno detrás de otro formando cuatro filas.  Una sonrisa cruzó sus labios mientras observaba la pared frente a sus ojos. Ya quedaba poco para terminar…

1
La agente Walker estaba disfrutando de una noche de tranquilidad después de meses de tensión siguiendo una operación encubierta. Acostada en su sofá con una cuchara de helado entre los labios, estaba buscando una película interesante cuando unos golpes en su puerta le alertaron.  Al principio pensó que lo había imaginado, pero de nuevo, sonidos insistentes le obligaron a acercarse. Al abrir la puerta descubrió que el culpable de los ruidos no era otro que Peter Anderson, su compañero de trabajo y mejor amigo.
—Si vienes con la intención de tomarte una cerveza conmigo adelante, si no, puede esperar hasta mañana.
Él le dedicó una mirada de disculpa antes de comenzar a hablar.
—Lo siento Olivia, sé que estás en tu noche libre pero nos han llamado para un caso en la ciudad y tú eres la mejor.
—¿Desde cuándo envían a miembros de la Unidad de análisis de conducta para casos menores?
—Nos han llamado debido a que podríamos estar enfrentándonos a un asesino en serie que lleva vagando libre durante los dos últimos años.
Sus palabras consiguieron llamar la atención de la agente que rápidamente le arrancó el informe que llevaba en los brazos. Tras una observación minuciosa de los archivos volvió a mirarlo sin comprender.
—¿Un asesino en serie? Ninguno de estos crímenes guarda relación. El modus operandi no coincide, tampoco hay concordancia entre las víctimas, no se centra en ningún sesgo, así que ¿qué demonios les hace pensar eso?
—Hace unos días, Francis Miller de la editorial Time,  llamó al departamento de policía de Nueva York. Informó que leyendo el periódico una de las noticias había llamado su atención ya que le recordaba a una historia. Decidió investigar y descubrió una serie de novelas policíacas que habían rechazado. La mayoría de los asesinatos son una reproducción prácticamente exacta de ellas.
—Entonces, ¿nos encontramos frente a un admirador?
Su compañero negó antes de continuar:
—No, ahí está el problema. Nadie salvo Francis ha leído esas obras porque fueron rechazadas. Tampoco sabemos nada sobre su autor ya que envió un paquete imposible de rastrear y escribe bajo un seudónimo. Hemos leído las historias y aún queda un crimen por completar, necesitamos ponernos a trabajar.
Echando una última mirada a su sofá y al tazón de helado, se acercó a la puerta para ponerse unas botas y recoger su chaqueta.
—Bueno, hasta aquí mi noche de vacaciones.

2
—Un café con hielo para llevar, por favor.
Escuchó su pedido pero se había distraído contemplándola. Tenía un rostro ovalado sobre el que destacaban unos grandes ojos verdes que, al mismo tiempo, contrastaban con su piel pálida. Su pelo marrón ondulado caía hasta su pecho, expuesto en un generoso escote.
—¿Oiga, me está escuchando? 
—Disculpe —le respondió mientras comenzaba a preparar su bebida— serán tres dólares.
Dándole el importe con una mueca de desprecio, la joven procedió a avanzar para recoger su bebida.
A continuación se giró para mirar a su jefe y, al mismo tiempo que se dirigía hacia la puerta exterior, exclamó:
—Mike, ha llegado la hora de mi descanso.
Rápidamente rodeó el café y observó salir a la joven que entró en el edificio de apartamentos que se encontraba frente a la cafetería. En el momento en el que desapareció de su vista, se acercó a comprar un pañuelo en la pequeña tienda a su espalda. Con el complemento guardado en su bolsillo se dirigió al guardia del bufete en el que anteriormente había entrado la mujer y, con su mayor expresión de inocencia, preguntó:
—Buenos días, ¿podría decirme el nombre de una muchacha morena y vestida con una camisa verde que ha entrado hace poco tiempo? —Al ver la expresión del hombre se apresuró a añadir— Pasó a recoger un café y se olvidó su pañuelo, solo quería devolvérselo. —El semblante del hombre se suavizó y supo que había ganado. 
—Usted habla de la señorita Amanda Baker, ahora se encuentra en una reunión pero puedo hacerle llegar el pañuelo. —Asintió y tras entregarle el presente se despidió caminando en dirección contraria a la cafetería tirando su delantal en la primera papelera que encontró.

3
Olivia y Peter pasaron el resto de la noche y del día siguiente tratando de crear el perfil del asesino. Intentaron entrar en su cabeza y descubrir sus motivos. Observaron sus crímenes, interrogaron a posibles testigos y repitieron una y otra vez las imágenes de las cámaras de seguridad cercanas a los homicidios,  pero no encontraron nada.
—Parece un fantasma —Le dijo la agente Walker a Peter mientras saboreaba su tercer café del día— No logro imaginar sus motivos, sus asesinatos no tienen sentido alguno. Si quisiese fama, no se ocultaría.
—Parece que estamos en un callejón sin salida, quizá estemos ante el crimen perfecto.
Peter se arrepintió de sus palabras al ver cómo la espalda de Oliva se ponía rígida. Iba a disculparse cuando la voz helada de su compañera le respondió:
—No existe tal cosa como el crimen perfecto.

4
Había anochecido cuando Amanda Baker abandonó su puesto de trabajo. Era primavera en Nueva York y el tiempo parecía favorable así que aquella mañana había ido andando hasta el despacho. Al salir, se despidió de su compañero Mike, el guardia del edificio con el que había salido unas pocas veces. Éste le entregó un pañuelo que habían dejado para ella, sin embargo jamás había visto esa prenda. Amanda nunca había sido una chica paranoica por lo que sin dar importancia al asunto, aceptó el complemento, que resultaba ser de buen gusto y caminó hasta casa. Se encontraba cerca de su piso cuando notó una presencia junto a ella.
—Eres perfecta, mi querida Katherine.
—¿Disculpe? Creo que se ha confundido, mi nombre es Amanda —Iba a continuar su camino hasta que la vio— ¡Tú! ¿Qué haces aquí? ¿Me estás siguiendo?
La mujer que la había atendido en la cafetería ladeó la cabeza y sonrío de una forma tan enajenada que le provocó un escalofrío.
—¿Seguirte? Por supuesto que no Katherine, te estaba esperando. Hoy es el día en el que acabaremos nuestra historia.
Mientras hablaba había comenzado a acercarse a ella, Amanda trató de correr pero fue demasiado tarde. Un golpe sobre su cabeza hizo que todo se volviese negro.

5
—Han encontrado a una nueva víctima, Amanda Baker, 25 años. Apareció en un callejón, le habían cosido la boca y pegado los párpados con pegamento. Parece que la causa de la muerte fue por asfixia. El análisis forense no ha demostrado ningún tipo de agresión sexual. El último hombre que la vio con vida fue un compañero de trabajo. Nos ha informado acerca de una mujer de una cafetería cercana que ayer preguntó por Amanda, ahora mismo se está dirigiendo hacia aquí para que podamos interrogarlo.
Olivia paseaba por la habitación hablando consigo misma mientras comenzaba a crear un perfil, aunque aún quedaban demasiadas piezas por encajar ya conocía los rasgos principales de la asesina a la que perseguían.  Por ello organizó una reunión para explicar a los agentes del cuerpo qué era lo que debían investigar.
—Estamos buscando a una mujer blanca, de unos treinta años. Parece que padece algún tipo de trastorno, es egocéntrica y confiada, se arriesga a seguir a sus víctimas y a dejarse ver. Aunque al mismo tiempo muestra una gran meticulosidad si observamos sus crímenes. Es altamente inestable, podría sufrir alguna enfermedad como esquizofrenia paranoide así que si dais con ella tened cuidado.
Los agentes la escucharon y unos minutos después, salieron sin preguntas. Al mismo tiempo Peter entró buscándola.
—El guardia ya se encuentra aquí.
Mike Stevens era un hombre corpulento que llevaba años trabajando. Tras unos minutos comenzó a explicarles cómo una mujer se había interesado por Amanda, le había llevado un pañuelo diciendo que era de la joven pero era una mentira. Cuando lo había descubierto, se preocupó, pero Amanda desestimó sus intentos por acompañarla hasta su casa.
—Esa mujer no me dio buena espina desde el principio, debería haber ido con Amanda a pesar de sus protestas. Si hubiese seguido mi instinto ahora mismo estaría viva.
—No es su culpa, además, si no hubiese sido anoche habría encontrado la forma de localizarla —Trató de tranquilizarlo Olivia mientras colocaba una mano sobre su hombro— Sé que es doloroso, pero, ¿podría hablar con nuestro dibujante para hacer un retrato robot de esa mujer? Nos sería muy útil para encontrarla.
El retrato no coincidió con nadie que se encontrase en el registro policial.  Tras una breve búsqueda también descubrieron que había trabajado en la cafetería con una identidad falsa.  “¿Quién era esa mujer?” Sus ojos azules perseguían a la agente todas las noches. Nadie era capaz de encontrarla, era como si no existiese. Aunque no quedasen más posibles asesinatos en sus historias, había acabado con la vida de 17 personas. Olivia no podría volver a descansar de nuevo hasta que la encontrase.

6
Cogió unas tijeras del estante superior de su armario y se acercó al periódico diario. Allí, en la portada, se encontraba su obra más reciente, el titular decía: “La asesina serial se suma otra víctima”. Recortando con cuidado la noticia la colocó en un cuadro que colgó al lado de los demás.
—Lo ves Nikki, te dije que lo conseguiríamos, por fin nuestra obra está completa para que todos la vean. Sabía que podía lograrlo, soy una gran escritora. —Sonrió hablando a una habitación vacía mientras admiraba su pared repleta de recortes.

7
Habían pasado seis meses desde aquella noche en la que Olivia Walker había sido sorprendida por su compañero en su descanso. Desde entonces las cosas parecían haberse calmado, por lo menos hasta que un Peter  alarmado apareció en su puerta.
—Francis Miller acaba de llamar. Ha descubierto tres nuevas novelas en su despacho, tienen el mismo seudónimo que se utilizó en nuestro caso anterior.

La mirada preocupada de su compañero fue sólo un reflejo de la suya propia. Pensaban que se había detenido, pero no podían haber estado más equivocados. La pesadilla acababa de comenzar… 

3 jun 2016

Golpes de realidad

Siempre me gustó mirar su larga melena al viento, cuando paseaba, ella me parecía intocable, libre, una diosa. Me equivoqué al pensar que nada podría dañarla, a pesar de su vitalidad, el tiempo me demostró que nadie es inmune, nadie puede escapar de la enfermedad cuando ésta te elige, no importa lo bueno o querido que seas o lo mucho que merezcas ser salvado.
 Mis últimos recuerdos de ella son en una cama, se encontraba sin pelo y con los ojos hundidos, aunque, lo realmente importante es que siempre me recibía con una sonrisa. Sabía que pronto exhalaría su último aliento, iba a morir y aun así se preocupaba por nosotros. Verla me hizo pensar que los héroes no son solo aquellos que llevan capa, sino las personas que son capaces de intentar hacer feliz a los demás cuando la vida se les escapa. Siempre pensé que lo lograría, que su fortaleza y mi amor serían suficientes para salvarla. Sin embargo, al final, aprendí que la esperanza es algo especialmente cruel.


1 jun 2016

Cuestión de prioridades

—¡Joder! Como pesa la hija de puta. Vamos deprisa, recuéstala ahí.
Sin ningún cuidado colocaron el cuerpo sobre la camilla improvisada. Las luces blancas destacaban sobre el almacén otorgándole un ambiente tétrico. Sin embargo, nada de esto pareció importarles, como alguien acostumbrado a realizar la misma acción repetidas veces, Jake conectó una vía en el brazo derecho de la muchacha y encendieron el monitor.
—Rápido, ponle la anestesia, pero no te pases con la dosis que nos conocemos.
Christian obedeció las órdenes de su hermano y procedió a colocar la máscara en el rostro de la chica. Parecía tan pacífica, nadie sería capaz de imaginar lo mucho que había luchado hacía unas horas. Su rostro, con forma de corazón le cautivó, aunque todas las emociones que podían estar comenzando a nacer terminaron en el mismo instante en el que Jake siguió con sus órdenes.
—Su pulso está estable, rásgale la camisa mientras yo cojo el bisturí.
A veces le molestaba su tono pero nunca se atrevía a rebatirlo, lo había salvado cuando eran niños y sentía que le debía la vida. A pesar de que sus decisiones no fuesen las mejores, nunca lo juzgaba y siempre lo defendía. Como un robot procedió a romper la camisa de la chica. Un silbido a su derecha le hizo volver la cara causando un pequeño corte en su piel.
—Está muy buena, quizá deberíamos habérnosla follado antes de drogarla. Una verdadera lástima que no me guste mezclar los negocios con el placer.
—Jake —respondió con una mueca de disgusto— ¿no crees que al menos deberías guardar un poco de respeto?
—¿Respeto? ¿Qué eres? ¿Un marica? Mírala —le dijo mientras le obligaba a volver el rostro hacia la camilla— dime que no es un bombón.
Los remordimientos controlaron el rostro del joven, así que decidió comenzar a trabajar. Era la única forma en la que dejaría de pensar.
—Ya está bien ¿vamos a hacerlo o esperar hasta que se le pase la anestesia? —respondió enfadado mientras le pasaba un par de guantes a su hermano y posteriormente se ponía los suyos.
—Ese es mi chico, todo negocios. Por eso te escogí.
Tomando el bisturí de la mano de su compañero, Jake comenzó a hacer una incisión en el costado de la joven. La sangre comenzó a manar, pero no le perturbó Cargaba demasiadas operaciones a sus espaldas para importarle. Clínicamente colocó unas pinzas para mantener la herida abierta.
—Sujeta aquí —le indicó a Christian para tomar después el control de la situación.
Primero introdujo una mano y después la otra.
—No sueltes las pinzas y no dejes que se cierre, no puedo cortar si no veo nada. Y por el amor de Dios coloca las luces o todo el trabajo no habrá servido para nada.
Christian controló su carácter y obedeció sin rechistar, sabía que no debía molestar a Jake cuando se encontraba en medio de una operación. Después de todo, su éxito dependía de su buena mano.
—¿Justo así?
—Sí, perfecto. Dame un minuto —medio murmuró mientras fijaba su atención en el cuerpo de la joven—. Un corte más aquí y… listo.
En esos instantes levantó sus manos y sostuvo el hígado de la chica, el cual colocó cuidadosamente en el envase que tenía a su derecha. La temperatura de 8Cº conservaría el órgano al menos durante unas setenta y dos horas. A continuación repitió el procedimiento extrayendo ambos riñones. Una vez finalizado el proceso tiró sus guantes a la basura situada a sus pies y dio la espalda al cuerpo de la joven.
—No tenemos más de veinticuatro horas antes de que los riñones sean inútiles. Debemos darnos prisa.
—Tranquilo, Jake, ya tengo un comprador preparado. Sólo queda deshacernos de la chica.
Mientras hablaba apagó el monitor que mostraba los latidos de la muchacha y encendió la televisión. Una noticia acabó con el silencio que reinaba en aquel tugurio. Los informativos avisaban sobre la desaparición de una joven de ventiséis años. Su rostro, mostrado a través de una fotografía, era similar al de un corazón.
—Lástima,  tanto esfuerzo y jamás la encontrarán —comentó Jake para sí mirando la pequeña pantalla.
—Te recuerdo que fue idea tuya conseguir cuerpos sanos y jóvenes, dijiste que el mercado negro pagaría mejor por órganos sanos. Si por mí fuese habríamos matado a putas y drogadictos. A esos nadie los echa de menos.
El joven miró al cadáver de la chica y se encogió de hombros con una expresión carente de emoción.
—Ya sabes lo que se dice: mal momento, lugar equivocado y todo ese bla bla bla… No es nada personal, pero la escuela de medicina es cara y algo tiene que pagarla. Ella sólo fue un daño colateral —cogiendo una cerveza de la nevera se acercó a su compañero—. Por cierto hermanito, yo la operé, la desaparición del cuerpo y la entrega corren de tu cuenta. Disfruta de la noche.

Dicho esto, salió del garaje y se dirigió a un pub cercano. Era el momento de encontrar a su próxima víctima.