16 jun 2016
12 jun 2016
Aunque no despiertes
—¿Por qué tienes que ser tan torpe? Sabes
que no quiero hacerlo, pero te mereces un castigo.
Su madre le había acostado a las ocho. Sin
embargo los gritos de él le habían despertado, era un hecho que ocurría a
menudo. Aunque esta era la primera vez que podía escuchar cristal romperse.
Preocupada se levantó y sujetando un pequeño pisa papeles bajó las escaleras.
Jamás podría olvidar lo que vio. No quería hacer ruido, pero un alarido escapó
de su garganta….
—¡Mamá!
Olivia Fletcher
se levantó sobresaltada, hacía tiempo que los recuerdos habían dejado de
perseguirla en sus pesadillas. Olvidarse de las pastillas para dormir había
sido un error que no podía volver a cometer.
A las diez de la
mañana Olivia se sentó en su escritorio y comenzó a archivar los diferentes
casos del oficial O‘Connor. Mientras trabajaba una mujer entró en la comisaria,
llevaba unas enormes gafas de sol y sostenía a una niña pequeña en su costado.
Parecía alterada cuando se acercó a hablar con su compañero Dennis:
—Por favor,
señor, tiene que ayudarme.
Dennis levantó
la mirada de sus archivos y esperó. Al notar que ella no iba a seguir hablando
preguntó:
—¿En qué puedo
ayudarle?
—Hace un mes
solicité una orden de alejamiento, pero mi marido nos ha encontrado y ha
intentado llevarse a Jenny. Me dijeron que estaría a salvo, quise creerles a
pesar de mis dudas, pero su hoja de papel no ha servido de nada —le dedicó una
mirada desesperada mientras se quitaba las gafas dejando al descubierto un
moratón sobre su ojo—. Va a matarme y ustedes solamente me dan un papel. ¿Cómo
puede protegerme eso?, ¿pretende que se lo arroje a la cara cuando su puño se
acerque? —notando que había elevado su tono, se calmó antes de continuar—. Por
favor, no tengo a dónde ir, ayúdeme.
—No podemos
hacer nada por usted, la próxima vez que vea a su marido, llame a una patrulla.
—Gracias por
nada. Recuerde mi rostro, la próxima vez que lo vea, estaré muerta.
Tras la
conversación, la mujer volvió a colocarse sus gafas y abrazando a su hija
abandonó la comisaria. Olivia la observó
marcharse y después se acercó a su compañero.
—Deberías haber
sido más sensible.
—¿Qué querías
que hiciera? Conoces el protocolo tan bien como yo. Además, no eres más que una
secretaria, ¿cómo te atreves a reprocharme?
Ella ocultó su
odio lo mejor que pudo, tomando una respiración profunda, se calmó y con una
sonrisa falsa cabeceó:
—Está bien. Pues
déjame hacer mi trabajo y entrégame el historial con los datos de la orden de
alejamiento para que pueda rellenar una ficha dejando constancia de la visita
de la mujer.
Sin ni siquiera
dedicarle una mirada, le pasó el archivo y se giró hacia la pantalla de su
ordenador. Olivia regresó a su escritorio y comenzó a observar la denuncia. Cuando
encontró lo que buscaba la cerró y la dejó sobre la mesa. La tarde pasó
rápidamente y sin incidentes, estaba a punto de regresar a casa cuando el
oficial O’Connor decidió llamarla a su despacho.
—Señorita
Fletcher, la oficina central nos ha enviado una serie de casos que pueden
guardar relación para que los investiguemos. ¿Sería tan amable de traérmelos
inmediatamente cuando los reciba?
—Por supuesto,
señor.
No habían pasado
ni treinta minutos cuando un mensajero llegó. Olivia firmó la orden y se acercó
a la puerta de su jefe. Iba a llamar cuando escuchó las voces de sus
compañeros.
—El FBI me ha
telefoneado. Creen que un asesino en serie se encuentra entre nosotros. Al
principio nadie había notado nada, pero un joven policía se dio cuenta de que
recientemente habían aparecido gran cantidad de hombres muertos. Analizando sus
casos, han descubierto una similitud entre todos ellos. Sin embargo, no
queremos que cunda el pánico, por lo que debemos ser discretos.
—¿Un asesino en
serie? ¿Aquí?
Si Olivia se
alteró con sus palabras no lo demostró. Debería haber entrado, pero algo la
detuvo.
—Sí, además
creen que podría tratarse de una mujer.
Dennis comenzó a
reír a carcajadas.
—Por favor,
Jack… ¿Has visto a estos tipos? Ninguna mujer podría hacer algo así.
El oficial
O’Connor negó con la cabeza, sabía que Dennis era algo machista, pero había
esperado que madurase con el tiempo. Estaba equivocado.
—El mayor error
de un policía es subestimar a los posibles culpables. En muchas ocasiones el
ingenio prima sobre la fuerza.
Su compañero
estaba a punto de responder cuando Olivia entró.
—Lo siento,
señor, acaban de llegar los documentos que me pidió —dejando la caja en la mesa
se giró hacia los dos hombres—. Si no quiere nada más, me iré a casa.
—Sí, váyase.
Nosotros también hemos terminado. Que pase una buena noche.
Tras un gesto de
despedida, Olivia salió de la habitación.
Eran las once de
la noche cuando una mujer entró en la Taberna de Lyon. Vestía una falda vaquera
con una blusa de flores. Su pelo, sujeto en una coleta, dejaba al descubierto
una bonita cara con forma de corazón cubierta por unas gafas. No era muy grande
y destacaba en aquel lugar repleto de borrachos. Jim no entendía que hacía
allí, pero su noche acababa de mejorar. La estúpida de su mujer había huido de
nuevo, era el momento de encontrar una sustituta.
—Buenas noches,
¿qué hace una chica como tú en un lugar como este?
Ella levantó su
rostro e ignorando su estúpida frase para ligar, lo miró con ojos inocentes.
—Soy nueva en la
ciudad y volvía de visitar la escuela en la que voy a trabajar. Quería regresar
a casa pero parece que me subí al autobús equivocado —Con una expresión triste
se encogió—. Pensé en esperar a un taxi desde aquí.
Jim rio con
disimulo, no podía haber encontrado a una chica mejor ni aunque la hubiese
buscado. Ahora sólo tenía que conseguir engatusarla.
—Puedes usar mi
teléfono, no me importa —dijo al mismo tiempo que sacaba el objeto de sus
pantalones y se lo pasaba—. También puedes tomarte una copa de bienvenida
conmigo y después te acerco a casa.
—Mi madre me
enseñó a no hablar con desconocidos.
—Habrá que
solucionar ese problema —Cogiendo su mano galantemente se la besó antes de
continuar—. Soy Jim Phillips, ¿su nombre señorita?
—Kate Prescott
—respondió ella ruborizándose.
Pasaron los días
y Jim Phillips se convirtió en una constante en la vida de Kate, le llevaba
flores, le invitaba a cenar… parecía el perfecto príncipe azul. Tras unas pocas
semanas de relación le pidió que se mudase con él, cosa que Kate aceptó
emocionada. Era un lunes por la noche cuando Jim volvió de trabajar, Kate no había
preparado la cena y se encontraba tumbada en el sofá viendo una película. ¿Cómo
podía ser tan desagradecida? Enfadado se acercó y la zarandeó cogiéndola del
brazo.
—¿Qué es lo que
crees que haces?
—Maldita zorra, me mato el día a trabajar y
¿ni quiera puedes tener la cena preparada cuando llego a casa?
—Sólo te pido
que me respetes. Estoy cansado y es tu deber cuidar de mÍ cuando regreso.
—¿Por qué tienes que ser tan despistada?
Sabes que no quiero hacerlo, pero te mereces un castigo.
—Sabes que te
quiero, pero necesitas aprender la lección.
Apenas tuvo
tiempo de esquivar su golpe, los recuerdos habían estado punto de aturdirla, lo
que habría sido un error fatal. El primer consejo de su entrenador de defensa
personal siempre fue que evitase los golpes, que se mantuviese firme hasta que
pudiese atacar. Eso es lo que iba a hacer. Esperar hasta el momento perfecto.
—¿Qué haces
cariño? ¿Vas a pegarme? No deberías enfadarme, sabes que sólo necesito un
golpe.
—¿Estás seguro
de eso? ¿Lo piensas porque soy una mujer inocente, verdad? Lástima que cometieras
un error conmigo, yo no soy como tu mujer.
—¿Qué sabes de
Sarah?
—Lo sé todo, te
equivocaste al subestimarme y lo hiciste aún más al decidir poner la mano sobre
cualquier mujer —la decepción nublo sus ojos mientras hablaba—. Deseé
equivocarme y que fueras diferente, pero no eres más que otro monstruo. Se
acabó, Jim.
Jim comenzó a reír,
en serio esa mujer de metro sesenta creía que le tenía miedo. Él le enseñaría
algo de respeto. No quería herirla, sin embargo, debía aprender la lección. Kate
observó todo tipo de emociones en el rostro de él: que pasó desde la ira hasta la
determinación. No era la primera vez que veía algo así, por lo que estaba preparada
cuando se acercó a ella. Iba a golpearla cuando se apartó consiguiendo que él
chocase contra la mesa. Un hilo de sangre comenzó a correr por su mejilla. Ella
aprovechó ese momento para golpearle en el cuello. A continuación, con un
movimiento perfectamente calculado le rompió la nariz. Estaba cansada así que
acercándose a la encimera cogió una de las botellas de cerveza y se la rompió
en la cabeza. Jim cayó como un peso muerto. Por un instante Kate sintió
remordimientos, pero rápidamente desaparecieron. Hombres como él eran los
culpables de que su madre estuviese muerta. Comprobó que no tuviera pulso y
volvió al salón, allí sacó un pintalabios de su bolso y escribió en su pecho: “No quería hacerlo, pero merecía una lección”.
Aquella misma
noche Kate eliminó cualquier rastro de la casa del hombre y desapareció. A la
mañana siguiente Jack recibió una llamada en la que le informaron de un nuevo
asesinato. Estaba a punto de llamar a su secretaria cuando se percató de que su
silla estaba vacía.
—Dennis, ¿sabes
algo de Olivia?
—No, lleva un
par de días sin aparecer. Ya te dije cuando la contrataste que no me gustaba.
Después de todo, ¿qué es lo que sabemos de ella?
Esa pregunta
hizo que algo en la cabeza del oficial conectase. Una mujer misteriosa,
infiltrada en una comisaria al mismo tiempo que una asesina en serie aparecía
por la zona.
—Dennis, busca
cualquier dato existente sobre Olivia.
El joven comenzó
su tarea sin rechistar, a las dos horas se presentó en la oficina de su
compañero.
Olivia Scott era
una mujer del estado de New Hampshire. Murió hace un año.
—Entonces,
¿quién era nuestra secretaria?
Jamás sabrían la
respuesta a esa pregunta.
Olivia, Kate,
Blair, Marina, Emily, Prue, Shonda, Lily, Penélope… Brooke había poseído tantas
identidades que a veces olvidaba quién era. Sólo allí, en aquel pequeño
cementerio se sentía como en casa. Como en otras ocasiones siguió el camino de
piedra hasta la lápida situada a la derecha del ciprés. Sacando algo de su
bolso, se sentó junto a ella.
—Hola, mamá, he
vuelto a hacerlo. Un monstruo menos habita en la tierra. Ojalá pudieses estar
aquí conmigo, a veces me siento demasiado sola. Temo que un día me pierda dentro
de mis propias mentiras —Una lágrima se deslizó por su mejilla mientras cavaba
un pequeño agujero junto a la tumba—. Estoy tan cansada, por muchas mujeres que
vengue, jamás podré salvarte. Al final
del día, sigo siendo esa niña que no puede rescatar a su madre. Lo siento mucho
—la voz se le rompió mientras apoyaba la frente contra la piedra—. Fue mi culpa que te quedaras junto a él,
espero que me perdones ya que yo no puedo hacerlo.
Mientras hablaba
consiguió hacer un hueco lo suficientemente grande como para extraer una caja.
Al abrirla, diferentes carnets de identidad fueron apareciendo. Como si de una
ofrenda se tratase, introdujo el de Jim Phillips, añadiendo un alma más a la
lista. Cada vez que encontraba un hombre con su perfil, se acercaba a él con la
esperanza de que hubiese cambiado o que la información que había conseguido
fuese falsa. Nunca eran inocentes. Ojalá se pudra en el infierno, pensó al
bajar la tapa de la caja. Después volvió a enterrarla y pasó los dedos por el
nombre de su madre: Sofía Davis. Había sido una gran mujer a la que arrebataron
del mundo demasiado pronto. Era tarde para cambiar el pasado, pero sí de ella
dependía, evitaría que más injusticias se cometiesen en el futuro.
5 jun 2016
Fantasías
Tu aliento sobre
el mío, dándome vida.
Tus manos sobre
mi cuerpo, recorriéndome, tocándome como si fuese tu guitarra favorita.
Tu mirada
analizándome, despertando el calor desde dentro hacia afuera.
Tú,
acariciándome y borrando todos mis fantasmas.
Nuestros gemidos
creando la banda sonora con la que no podrá competir ninguna película.
Calor, sudor, nosotros,
besos torpes, sin control. Dos corazones sincronizados, incendiados por la pasión. Segundos,
minutos y horas en las que el mundo no importa, en la que somos nuestra propia
casa.
Puede que sólo
nos quede una noche, esta noche, así que arde conmigo. Creemos llamas de esas que no queman. Rózame, perdamos la cabeza, juguemos como si fuese a
acabarse. Después de todo, el despertador va a sonar en cinco minutos haciendo
que tú, mi fantasía, desaparezcas.
4 jun 2016
No culpes al artista
Caminó hacia atrás para observarlos.
Perfectamente colocados de derecha a izquierda, uno detrás de otro formando
cuatro filas. Una sonrisa cruzó sus
labios mientras observaba la pared frente a sus ojos. Ya quedaba poco para terminar…
1
La agente Walker estaba disfrutando de una
noche de tranquilidad después de meses de tensión siguiendo una operación
encubierta. Acostada en su sofá con una cuchara de helado entre los labios,
estaba buscando una película interesante cuando unos golpes en su puerta le
alertaron. Al principio pensó que lo
había imaginado, pero de nuevo, sonidos insistentes le obligaron a acercarse. Al
abrir la puerta descubrió que el culpable de los ruidos no era otro que Peter Anderson,
su compañero de trabajo y mejor amigo.
—Si vienes con la intención de tomarte una
cerveza conmigo adelante, si no, puede esperar hasta mañana.
Él le dedicó una mirada de disculpa antes
de comenzar a hablar.
—Lo siento Olivia, sé que estás en tu
noche libre pero nos han llamado para un caso en la ciudad y tú eres la mejor.
—¿Desde cuándo envían a miembros de la
Unidad de análisis de conducta para casos menores?
—Nos han llamado debido a que podríamos
estar enfrentándonos a un asesino en serie que lleva vagando libre durante los dos
últimos años.
Sus palabras consiguieron llamar la
atención de la agente que rápidamente le arrancó el informe que llevaba en los
brazos. Tras una observación minuciosa de los archivos volvió a mirarlo sin
comprender.
—¿Un asesino en serie? Ninguno de estos
crímenes guarda relación. El modus operandi no coincide, tampoco hay concordancia
entre las víctimas, no se centra en ningún sesgo, así que ¿qué demonios les
hace pensar eso?
—Hace unos días, Francis Miller de la
editorial Time, llamó al departamento de
policía de Nueva York. Informó que leyendo el periódico una de las noticias
había llamado su atención ya que le recordaba a una historia. Decidió
investigar y descubrió una serie de novelas policíacas que habían rechazado. La
mayoría de los asesinatos son una reproducción prácticamente exacta de ellas.
—Entonces, ¿nos encontramos frente a un
admirador?
Su compañero negó antes de continuar:
—No, ahí está el problema. Nadie salvo Francis
ha leído esas obras porque fueron rechazadas. Tampoco sabemos nada sobre su
autor ya que envió un paquete imposible de rastrear y escribe bajo un
seudónimo. Hemos leído las historias y aún queda un crimen por completar,
necesitamos ponernos a trabajar.
Echando una última mirada a su sofá y al
tazón de helado, se acercó a la puerta para ponerse unas botas y recoger su
chaqueta.
—Bueno, hasta aquí mi noche de vacaciones.
2
—Un café con hielo para llevar, por favor.
Escuchó su pedido pero se había distraído
contemplándola. Tenía un rostro ovalado sobre el que destacaban unos grandes ojos
verdes que, al mismo tiempo, contrastaban con su piel pálida. Su pelo marrón ondulado caía hasta
su pecho, expuesto en un generoso escote.
—¿Oiga, me está escuchando?
—Disculpe —le respondió mientras comenzaba
a preparar su bebida— serán tres dólares.
Dándole el importe con una mueca de
desprecio, la joven procedió a avanzar para recoger su bebida.
A continuación se giró para mirar a su jefe y, al mismo tiempo que se dirigía hacia la puerta exterior, exclamó:
—Mike, ha llegado la hora de mi descanso.
—Mike, ha llegado la hora de mi descanso.
Rápidamente rodeó el café y observó salir a la joven que entró en el edificio
de apartamentos que se encontraba frente a la cafetería. En el momento en el que desapareció de su vista, se acercó a
comprar un pañuelo en la pequeña tienda a su espalda. Con el complemento guardado en su bolsillo se dirigió al guardia del bufete
en el que anteriormente había entrado la mujer y, con su mayor expresión de inocencia, preguntó:
—Buenos días, ¿podría decirme el nombre de
una muchacha morena y vestida con una camisa verde que ha entrado hace poco
tiempo? —Al ver la expresión del hombre se apresuró a añadir— Pasó a recoger un
café y se olvidó su pañuelo, solo quería devolvérselo. —El semblante del hombre
se suavizó y supo que había ganado.
—Usted habla de la señorita Amanda Baker,
ahora se encuentra en una reunión pero puedo hacerle llegar el pañuelo.
—Asintió y tras entregarle el presente se despidió caminando en dirección
contraria a la cafetería tirando su delantal en la primera papelera que
encontró.
3
Olivia y Peter pasaron el resto de
la noche y del día siguiente tratando de crear el perfil del asesino.
Intentaron entrar en su cabeza y descubrir sus motivos. Observaron sus
crímenes, interrogaron a posibles testigos y repitieron una y otra vez las
imágenes de las cámaras de seguridad cercanas a los homicidios, pero no encontraron nada.
—Parece un fantasma —Le dijo la agente Walker
a Peter mientras saboreaba su tercer café del día— No logro imaginar sus motivos,
sus asesinatos no tienen sentido alguno. Si quisiese fama, no se ocultaría.
—Parece que estamos en un callejón sin
salida, quizá estemos ante el crimen perfecto.
Peter se arrepintió de sus palabras al ver
cómo la espalda de Oliva se ponía rígida. Iba a disculparse cuando la voz helada de su compañera le respondió:
—No existe tal cosa como el crimen
perfecto.
4
Había anochecido cuando Amanda Baker
abandonó su puesto de trabajo. Era primavera en Nueva York y el tiempo parecía
favorable así que aquella mañana había ido andando hasta el despacho. Al salir,
se despidió de su compañero Mike, el guardia del edificio con el que había
salido unas pocas veces. Éste le entregó un pañuelo que habían dejado para
ella, sin embargo jamás había visto esa prenda. Amanda nunca había sido una chica
paranoica por lo que sin dar importancia al asunto, aceptó el complemento, que
resultaba ser de buen gusto y caminó hasta casa. Se encontraba cerca de su piso
cuando notó una presencia junto a ella.
—Eres perfecta, mi querida Katherine.
—¿Disculpe? Creo que se ha confundido, mi
nombre es Amanda —Iba a continuar su camino hasta que la vio— ¡Tú! ¿Qué haces
aquí? ¿Me estás siguiendo?
La mujer que la había atendido en la
cafetería ladeó la cabeza y sonrío de una forma tan enajenada que le provocó un
escalofrío.
—¿Seguirte? Por supuesto que no Katherine,
te estaba esperando. Hoy es el día en el que acabaremos nuestra historia.
Mientras hablaba había comenzado a
acercarse a ella, Amanda trató de correr pero fue demasiado tarde. Un golpe
sobre su cabeza hizo que todo se volviese negro.
5
—Han encontrado a una nueva víctima,
Amanda Baker, 25 años. Apareció en un callejón, le habían cosido la boca y
pegado los párpados con pegamento. Parece que la causa de la muerte fue por
asfixia. El análisis forense no ha demostrado ningún tipo de agresión sexual. El
último hombre que la vio con vida fue un compañero de trabajo. Nos ha informado
acerca de una mujer de una cafetería cercana que ayer preguntó por Amanda,
ahora mismo se está dirigiendo hacia aquí para que podamos interrogarlo.
Olivia paseaba por la habitación
hablando consigo misma mientras comenzaba a crear un perfil, aunque aún quedaban
demasiadas piezas por encajar ya conocía los rasgos principales de la asesina a
la que perseguían. Por ello organizó una
reunión para explicar a los agentes del cuerpo qué era lo que debían investigar.
—Estamos buscando a una mujer blanca, de
unos treinta años. Parece que padece algún tipo de trastorno, es egocéntrica y
confiada, se arriesga a seguir a sus víctimas y a dejarse ver. Aunque al mismo
tiempo muestra una gran meticulosidad si observamos sus crímenes. Es altamente
inestable, podría sufrir alguna enfermedad como esquizofrenia paranoide así que
si dais con ella tened cuidado.
Los agentes la escucharon y unos minutos
después, salieron sin preguntas. Al mismo tiempo Peter entró buscándola.
—El guardia ya se encuentra aquí.
Mike Stevens era un hombre corpulento que
llevaba años trabajando. Tras unos minutos comenzó a explicarles cómo una mujer
se había interesado por Amanda, le había llevado un pañuelo diciendo que era de
la joven pero era una mentira. Cuando lo había descubierto, se preocupó, pero
Amanda desestimó sus intentos por acompañarla hasta su casa.
—Esa mujer no me dio buena espina desde el
principio, debería haber ido con Amanda a pesar de sus protestas. Si hubiese
seguido mi instinto ahora mismo estaría viva.
—No es su culpa, además, si no hubiese
sido anoche habría encontrado la forma de localizarla —Trató de tranquilizarlo Olivia mientras colocaba una mano sobre su hombro— Sé que es doloroso, pero, ¿podría
hablar con nuestro dibujante para hacer un retrato robot de esa mujer? Nos
sería muy útil para encontrarla.
El retrato no coincidió con nadie que se
encontrase en el registro policial. Tras
una breve búsqueda también descubrieron que había trabajado en la cafetería con
una identidad falsa. “¿Quién era esa
mujer?” Sus ojos azules perseguían a la agente todas las noches. Nadie era
capaz de encontrarla, era como si no existiese. Aunque no quedasen más posibles
asesinatos en sus historias, había acabado con la vida de 17 personas.
Olivia no podría volver a descansar de nuevo hasta que la encontrase.
6
Cogió unas tijeras del estante superior de
su armario y se acercó al periódico diario. Allí, en la portada, se encontraba
su obra más reciente, el titular decía: “La
asesina serial se suma otra víctima”. Recortando con cuidado la noticia la
colocó en un cuadro que colgó al lado de los demás.
—Lo ves Nikki, te dije que lo
conseguiríamos, por fin nuestra obra está completa para que todos la vean.
Sabía que podía lograrlo, soy una gran escritora. —Sonrió hablando a una
habitación vacía mientras admiraba su pared repleta de recortes.
7
Habían pasado seis meses desde aquella
noche en la que Olivia Walker había sido sorprendida por su compañero en su
descanso. Desde entonces las cosas parecían haberse calmado, por lo menos hasta
que un Peter alarmado apareció en su puerta.
—Francis Miller acaba de llamar. Ha descubierto tres nuevas novelas en su despacho, tienen el mismo seudónimo que
se utilizó en nuestro caso anterior.
La mirada preocupada de su compañero fue
sólo un reflejo de la suya propia. Pensaban que se había detenido, pero no
podían haber estado más equivocados. La pesadilla acababa de comenzar…
3 jun 2016
Golpes de realidad
Siempre
me gustó mirar su larga melena al viento, cuando paseaba, ella me parecía
intocable, libre, una diosa. Me equivoqué al pensar que nada podría dañarla, a
pesar de su vitalidad, el tiempo me demostró que nadie es inmune, nadie puede escapar
de la enfermedad cuando ésta te elige, no importa lo bueno o querido que seas o
lo mucho que merezcas ser salvado.
Mis últimos recuerdos de ella son en una cama,
se encontraba sin pelo y con los ojos hundidos, aunque, lo realmente importante
es que siempre me recibía con una sonrisa. Sabía que pronto exhalaría su último
aliento, iba a morir y aun así se preocupaba por nosotros. Verla me hizo pensar
que los héroes no son solo aquellos que llevan capa, sino las personas que son
capaces de intentar hacer feliz a los demás cuando la vida se les escapa.
Siempre pensé que lo lograría, que su fortaleza y mi amor serían suficientes
para salvarla. Sin embargo, al final, aprendí que la esperanza es algo especialmente
cruel.
1 jun 2016
Cuestión de prioridades
—¡Joder! Como pesa la hija de puta. Vamos deprisa,
recuéstala ahí.
Sin ningún cuidado colocaron el cuerpo sobre la
camilla improvisada. Las luces blancas destacaban sobre el almacén otorgándole
un ambiente tétrico. Sin embargo, nada de esto pareció importarles, como
alguien acostumbrado a realizar la misma acción repetidas veces, Jake conectó
una vía en el brazo derecho de la muchacha y encendieron el monitor.
—Rápido, ponle la anestesia, pero no te pases con la
dosis que nos conocemos.
Christian obedeció las órdenes de su hermano y
procedió a colocar la máscara en el rostro de la chica. Parecía tan pacífica,
nadie sería capaz de imaginar lo mucho que había luchado hacía unas horas. Su
rostro, con forma de corazón le cautivó, aunque todas las emociones que podían
estar comenzando a nacer terminaron en el mismo instante en el que Jake siguió
con sus órdenes.
—Su pulso está estable, rásgale la camisa mientras yo
cojo el bisturí.
A veces le molestaba su tono pero nunca se atrevía a
rebatirlo, lo había salvado cuando eran niños y sentía que le debía la vida. A
pesar de que sus decisiones no fuesen las mejores, nunca lo juzgaba y siempre
lo defendía. Como un robot procedió a romper la camisa de la chica. Un silbido
a su derecha le hizo volver la cara causando un pequeño corte en su piel.
—Está muy buena, quizá deberíamos habérnosla follado
antes de drogarla. Una verdadera lástima que no me guste mezclar los negocios
con el placer.
—Jake —respondió con una mueca de disgusto— ¿no crees
que al menos deberías guardar un poco de respeto?
—¿Respeto? ¿Qué eres? ¿Un marica? Mírala —le dijo
mientras le obligaba a volver el rostro hacia la camilla— dime que no es un
bombón.
Los remordimientos controlaron el rostro del joven,
así que decidió comenzar a trabajar. Era la única forma en la que dejaría de
pensar.
—Ya está bien ¿vamos a hacerlo o esperar hasta que se
le pase la anestesia? —respondió enfadado mientras le pasaba un par de guantes
a su hermano y posteriormente se ponía los suyos.
—Ese es mi chico, todo negocios. Por eso te escogí.
Tomando el bisturí de la mano de su compañero, Jake
comenzó a hacer una incisión en el costado de la joven. La sangre comenzó a
manar, pero no le perturbó Cargaba demasiadas operaciones a sus
espaldas para importarle. Clínicamente colocó unas pinzas para mantener la
herida abierta.
—Sujeta aquí —le indicó a Christian para tomar
después el control de la situación.
Primero introdujo una mano y después la otra.
—No sueltes las pinzas y no dejes que se cierre, no
puedo cortar si no veo nada. Y por el amor de Dios coloca las luces o todo el
trabajo no habrá servido para nada.
Christian controló su carácter y obedeció sin
rechistar, sabía que no debía molestar a Jake cuando se encontraba en medio de
una operación. Después de todo, su éxito dependía de su buena mano.
—¿Justo así?
—Sí, perfecto. Dame un minuto —medio murmuró mientras
fijaba su atención en el cuerpo de la joven—. Un corte más aquí y… listo.
En esos instantes levantó sus manos y sostuvo el
hígado de la chica, el cual colocó cuidadosamente en el envase que tenía a su
derecha. La temperatura de 8Cº conservaría el órgano al menos durante unas setenta y dos horas. A continuación repitió el procedimiento extrayendo ambos riñones. Una
vez finalizado el proceso tiró sus guantes a la basura situada a sus pies y
dio la espalda al cuerpo de la joven.
—No tenemos más de veinticuatro horas antes de que los riñones
sean inútiles. Debemos darnos prisa.
—Tranquilo, Jake, ya tengo un comprador preparado.
Sólo queda deshacernos de la chica.
Mientras hablaba apagó el monitor que mostraba los
latidos de la muchacha y encendió la televisión. Una noticia acabó con el
silencio que reinaba en aquel tugurio. Los informativos avisaban sobre la
desaparición de una joven de ventiséis años. Su rostro, mostrado a través de una
fotografía, era similar al de un corazón.
—Lástima, tanto esfuerzo y jamás la encontrarán —comentó
Jake para sí mirando la pequeña pantalla.
—Te recuerdo que fue idea tuya conseguir cuerpos
sanos y jóvenes, dijiste que el mercado negro pagaría mejor por órganos sanos.
Si por mí fuese habríamos matado a putas y drogadictos. A esos nadie los echa
de menos.
El joven miró al cadáver de la chica y se encogió de
hombros con una expresión carente de emoción.
—Ya sabes lo que se dice: mal momento, lugar equivocado y todo ese bla bla bla… No es nada
personal, pero la escuela de medicina es cara y algo tiene que pagarla. Ella
sólo fue un daño colateral —cogiendo una cerveza de la nevera se acercó a su compañero—. Por cierto hermanito, yo la operé, la
desaparición del cuerpo y la entrega corren de tu cuenta. Disfruta de la noche.
Dicho esto, salió del garaje y se dirigió a un pub
cercano. Era el momento de encontrar a su próxima víctima.
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