Nos encontrábamos en Agosto de 1939, pero ese verano no estaba siendo como los demás, podía olerse el miedo en las calles alemanas, las familias judías como la mía, veíamos el odio en las miradas de los nazis y aunque no podíamos encontrar un motivo para ello, ignorarlo habría sido de estúpidos.
Por aquel entonces yo tenía 23 años, y vivía con mi hermana, Azriela y mi madre, Laila. Mi padre había muerto hace años, y al menos para mí, se había convertido en un recuerdo.
Mi hermana era mi opuesto mientras que yo era un joven rebelde que tiraba su futuro y sólo buscaba problemas, ella era la esperanza de mi madre. Azriela era capaz de ver la belleza en los pequeños detalles, es por eso que era una gran artista. Durante dos meses estuvo realizando prácticas en un periódico, pero pronto tuvo que dejarlo por la censura. Esto sin embargo no le importó, aún puedo escuchar sus palabras.
—No pasa nada Asher, el arte de la escritura siempre han sido un hobbie para mí, lo que realmente quiero hacer es ayudar a las personas, y por eso me he inscrito en la escuela de medicina— me dijo con una sonrisa. No podía creerlo, pero así era ella, no debería haberme sorprendido. Desde que era una niña, Azriela siempre había sido una persona alegre, cooperadora, con la que podías contar. No me merecía una hermana así y a pesar de todo la tenía y en secreto la envidiaba. Envidiaba su talento, su bondad, su esperanza y su capacidad para perderse en una novela. Cuando no estaba haciendo algo importante se refugiaba en un libro. Tenía 21 años, pero aun creía en los héroes y en los cuentos de hadas, soñaba con su boda perfecta y creía que, al final, las cosas iban a salir bien para todos nosotros. Yo nunca lo creí, la ilusión y la alegría no se encontraban en mi vocabulario, puede que todo se debiese a la falta de una figura paterna, pero siempre fui un rebelde y rápidamente mi familia perdió la esperanza conmigo, todos menos ella.
—Asher, sé que eres especial, y solo necesitas tiempo, tiempo para ser capaz de reconocer que tengo razón, y permitir que todos puedan verlo, quiero que sepas, que yo no voy a dejar de recordártelo, siempre voy a apostar por ti— Solía repetirme esas palabras con frecuencia, pero yo solo me esforzaba en demostrarle lo contrario. Ojalá pudiese verme ahora…
—No pasa nada Asher, el arte de la escritura siempre han sido un hobbie para mí, lo que realmente quiero hacer es ayudar a las personas, y por eso me he inscrito en la escuela de medicina— me dijo con una sonrisa. No podía creerlo, pero así era ella, no debería haberme sorprendido. Desde que era una niña, Azriela siempre había sido una persona alegre, cooperadora, con la que podías contar. No me merecía una hermana así y a pesar de todo la tenía y en secreto la envidiaba. Envidiaba su talento, su bondad, su esperanza y su capacidad para perderse en una novela. Cuando no estaba haciendo algo importante se refugiaba en un libro. Tenía 21 años, pero aun creía en los héroes y en los cuentos de hadas, soñaba con su boda perfecta y creía que, al final, las cosas iban a salir bien para todos nosotros. Yo nunca lo creí, la ilusión y la alegría no se encontraban en mi vocabulario, puede que todo se debiese a la falta de una figura paterna, pero siempre fui un rebelde y rápidamente mi familia perdió la esperanza conmigo, todos menos ella.
—Asher, sé que eres especial, y solo necesitas tiempo, tiempo para ser capaz de reconocer que tengo razón, y permitir que todos puedan verlo, quiero que sepas, que yo no voy a dejar de recordártelo, siempre voy a apostar por ti— Solía repetirme esas palabras con frecuencia, pero yo solo me esforzaba en demostrarle lo contrario. Ojalá pudiese verme ahora…
Como todos sabéis, en septiembre de 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial y yo acabé luchando contra los alemanes. Aun me despierto con pesadillas de aquella época, no he sido capaz de conciliar el sueño desde entonces. No puedo olvidar las balas a mí alrededor mientras mis compañeros caían al suelo y yo no podía hacer nada por evitarlo. Las bombas estallaban tan cerca de nosotros que había momentos en los que no podíamos oír ni nuestros pensamientos, y por desgracia, nos volvíamos demasiado vulnerables. Durante ese tiempo, hice un total de 15 amigos, los perdí a todos. Muchas noches tuve ganas de abandonar, y entonces veía su cara, y podía escuchar su voz como si estuviese ahí.
—Sé que eres especial, y solo necesitas tiempo para verlo— y no podía rendirme, porque quería ser su héroe, ese en el que tanto creía, porque cada nazi que caía, era un nazi menos que podía hacerle daño…
—Sé que eres especial, y solo necesitas tiempo para verlo— y no podía rendirme, porque quería ser su héroe, ese en el que tanto creía, porque cada nazi que caía, era un nazi menos que podía hacerle daño…
Han pasado 10 años desde que acabó la Guerra, en 1945 desperté un hospital y tras recuperarme trate de encontrar a mi hermana y descubrí que junto a mí madre, la habían enviado a Treblinka. A partir de allí perdí su pista, y no he sabido nada de ellas desde entonces. Lo único que pude recuperar fue el diario de mi hermana, este permanecía escondido bajo una de las tejas de mi antigua casa, donde solía dejarlo para que no lo leyera. A pesar de ello, aún no he tenido el valor de empezar a leerlo, puede que con el tiempo sea capaz de conseguirlo.
La noche en la que recuperé el diario de Azriel, las calles se encontraban en penumbra, debido a que el sol ya se estaba ocultando, a pesar de ello, nuestra antigua calle aún conservaba su brillo especial. Parecía que la guerra no había podido acabar con el barrio, pero sabía que aunque los edificios parecían similares, ya nada era igual. Sabía que mi madre no iba a bajar con su gran sonrisa a recordarme que ya era la hora de cenar, ni iba a ver a Azriel con los dedos llenos de pintura tras haber estado pintando amaneceres en la alcoba. Ahora otras personas habitaban en nuestros hogares, esos que nos robaron, y solo pude preguntarme si alguna vez pensarían en nosotros, si podían dormir tranquilos sabiendo que lo hacían en las casas en las que se llevaron a cabo asesinatos, si podían oír los gritos de las mujeres a las que arrastraron de sus hogares hasta el suelo… también me pregunté si algunos aún conservaban nuestros muebles, si eran felices o buenas personas. Quería creer que en nuestra casa, vivía una familia buena y que eran felices, como deberíamos haberlo sido nosotros.
Ha pasado un mes desde esa visita, y ahora, desde mi hogar en Francia, termino la última página del diario de mi hermana. Me ha roto el corazón, pero sus diarios eran su personalidad reflejada en palabras, sus miedos grabados en tinta y también sus sueños… por eso no pude resistirme, tuve que recopilar esas páginas y crear su historia, porque se lo merecía, o porque quizá sienta que se lo debo. Porque me convertí en el héroe que ella creía que podía ser, pero fue demasiado tarde. Me gustaría poder darle las gracias, por recordarme cuando no tenía ninguna esperanza, que merecía la pena salvarme.
Puede que Azriel no este, pero es justo que se conozca su historia y cómo hasta su último aliento, luchó por sus ideales. Ahora, su valor no morirá nunca, y el recuerdo de mi hermana no desaparecerá conmigo. Porque sigue viva a través de ti, que junto a mí la recuerdas, por fin ha logrado su historia de cuento, y si se me permite opinar, aunque lo suyo fuese real, no tiene nada que envidiar a ninguna de sus novelas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario