19 feb 2015

Cada rosa tiene sus espinas

No pude evitar tensarme cuando sentí el primer pinchazo, aunque por una vez, agradecía ese tipo de dolor, físico, controlado… Al poco tiempo solo era una molestia. Nunca me habían interesado los tatuajes, y pensándolo bien, no debería desperdiciar el poco dinero que me queda, pero necesitaba algo permanente. Sólo tengo 25 años y ya he experimentado suficiente dolor y pérdida por toda una vida. Y luego me preguntan por qué no creo en Dios,  si Dios existiese toda mi vida habría sido de forma diferente.
Sólo podía llevar unos diez minutos tatuándome y no sé cómo puedo haberlo logrado, pero me he relajado hasta tal punto que, el ruido de la máquina que tanto suele molestar a algunas personas, me está sumiendo en un estado de duermevela donde los recuerdo empiezan a  asaltarme…

Era un día nublado, de esos en los que no sabes que ponerte, porque si coges un jersey pasas calor, pero con la cazadora vaquera tienes frío. Recuerdo que mi madre me dijo que me pusiera una bufanda pero no le hice caso y en su lugar respondí:
Mamá no seas pesada que no hace tanto frío— 
Esas fueron las últimas palabras que le dije a mi madre.
Mi paseo no había sido muy largo, media hora como mucho, pero cuando regresé a casa vi un coche de policía y una ambulancia que antes no habían estado allí. Tenía 10 años y no estaba preparada para lo que vino después.
Lo siento mucho, pero tu mamá ha tenido un accidente y ha muerto  esas fueron las palabras que un policía me dijo después de descubrir quién era yo. Lo primero que pensé fue que quién iba dar cuerda a los relojes, mi madre los coleccionaba y siempre estaba pendiente de su cuidado. Entonces, ahora que ella no estaba ¿quién iba a hacerlo?.
Tuvo que pasar un tiempo para que me dijeran que mi madre estaba muy enferma. Esa tarde le había dado un ataque y se había caído por las escaleras con tan mala suerte que se dio un golpe fatal en la nuca. Pasaron bastantes años antes de que pudiera comprender la profundidad de ello y comenzase a odiar a mi madre. No lo entendía, si sabía que estaba enferma, ¿por qué no hizo nada? ¿Por qué no me lo dijo? Habría intentado ayudarla… 
Durante esos años viví en casa de mis abuelos y todo fue muy difícil. Mirarme les hacía recordar a la hija que habían perdido. Y bueno, yo, era una sombra de mi antiguo yo. Ahora era una chica pesimista que se levantaba cada día sin ningún tipo de ilusión. Mi única meta era conseguir ser actriz, sabía que era bien parecida y adoraba esa profesión. Creía que fingir ser otra persona me ayudaría a alejar el dolor durante algunas horas.
Estaba equivocada pero a los 18 no podía saberlo, después de todo, de los errores se aprende. Así que me apunté a una escuela de arte dramático, y allí fue donde conocí a Jack.
Jack fue mi pareja y estuvo a punto de acabar conmigo, era un maltratador pero me di cuenta demasiado tarde. En un comienzo creí que su obsesión por alejarme de mis abuelos y mis pocos amigos sólo se debía a que me quería tanto que todo su tiempo libre esperaba compartirlo conmigo.
No fue hasta el primer puñetazo cuando sentí que algo iba mal, yo no era esa clase de chica, no era una mujer a la que maltrataban. Había planeado un plan de fuga a lo largo de los meses, mis abuelos habían muerto y tenía algo de dinero de su herencia junto con la casa en la que vivía con mi madre. Ellos nunca la vendieron. Jack no sabía nada de esto, así que solo necesitaba ser capaz de llegar a un tren y desaparecer.
La última noche que permanecí con él, Jack llegó muy borracho a casa y cuando intentó acostarse conmigo no pude evitar resistirme. En ese momento me golpeó y gritó:
—¿Qué te pasa? no soy lo qué esperabas, ¿quieres un príncipe azul?. Pues eso es lo que tendrás En ese momento cogió mi zapato y me retorció el tobillo para intentar ponérmelo. Estoy segura de que en el cuento cenicienta no se sintió así. Después de esto siguió golpeándome y cuando se cansó abusó de mí.Cuando se durmió cogí mis pocas pertenencias y desaparecí.

Moví ligeramente mi cabeza y volví a la realidad, después de esa noche Alicia Martín desapareció y nació Katherine Enríquez. Decidí utilizar el mismo nombre que mi madre.
A los pocos minutos el tatuador me dio un ligero golpe en la cadera y me informó que había terminado conmigo.
Me levante y miré mi tatuaje en el espejo. Era un reloj y alrededor de la cadena había una rosa con espinas.
Había pasado mucho tiempo pero por fin lo comprendí, mi madre solo intentaba protegerme y no pudo evitar hacerme daño. Después de todo, cada rosa tiene sus espinas.

 Tras pagar por mi tatuaje me dirigí a casa. Era un día nublado pero esta vez me había puesto una bufanda, cuando estaba a punto de llegar miré al cielo y le lancé un beso a mi madre.
No te preocupes mama, yo daré cuerda a los relojes por ti- susurré  justo antes de entrar por la puerta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario