Siempre fue fácil, como una transacción, todo
negocios. Cuando estaban juntos la ropa sobraba y las caricias se imponían.
Siempre fue sencillo, después de todo sabía que, al
final de día, no la elegiría a ella.
Nunca se paró a pensar, los sentimientos no estuvieron en juego, jamás
le exigió algo que no estuviese dispuesto a darle. Durante demasiado tiempo se
conformó con momentos robados, instantes fugaces de recuerdos eternos, cariño
efímero, placer carnal en el que los impulsos tomaban el control, juegos de poder
sin vencedores, miradas de fuego, sábanas calientes durante horas
contadas, clímax instantáneos que se
evaporaban cuando finalizaba el roce de la piel.
Eran deseos escondidos, amaneceres solitarios,
secretos sucios en una habitación de hotel. Siempre fue fácil, sencillo, crear universos presos
tras la pared. El problema surgió aquella mañana, cuando, en la
soledad de aquella cama ya fría de pasión, no necesitó una promesa, tan solo
ser su primera opción.
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